Desde pequeña asocia ideas, busca símiles, piensa en imágenes. No es que le guste, porque eso indicaría preferencias y en ella esto es algo tan innato como lo es tener los ojos azul oscuro, de uva, que parecen negros y que de pronto se observa que no lo son. Ahora anda por las calles del pueblo suburbano y fabril, que nunca recorrió, ya que el tranvía la deja en la esquina de la fábrica y la lleva de regreso a casa, desde la otra esquina, pensando que el hambre es una ratita blanca que le araña el estómago.