Marcos es un adolescente diferente a la mayoría; su inteligencia y su exacerbada sensibilidad han marcado su existencia, salpicada de retos intelectuales apasionantes e, inevitablemente, de lacerantes frustraciones. El traslado de su familia a una pequeña y luminosa localidad costera, alejada de la cruel y perniciosa ciudad en la que ha malvivido durante dieciséis años, es interpretado por Marcos como una inestimable oportunidad de redención. Al abrigo del radiante sol del verano, junto a sus nuevos amigos, su tío materno y, sobre todo, junto a la hermosa y ambigua Dora, uno de los pilares del relato, pronto descubre que nadie puede huir de uno mismo. La novela se presenta como la reconstrucción literaria que hace el protagonista, en su edad adulta, de las cartas que, durante aquel verano imborrable, fue enviando regularmente al señor Luis, un septuagenario instalado en la oscura ciudad, referente intelectual y emocional del adolescente, que ejerce de mudo pero eficaz confidente a lo largo de toda la narración. Mediante una cuidada y elegante prosa de estirpe proustiana, La otra vida despliega una desgarradora y conmovedora historia de iniciación sustentada en la reflexión sobre hondos conflictos existenciales.