Los Sheridan preparan una fiesta. Y Laura, la hija menor, se entera que ha muerto un vecino, un carretero
apellidado Scott, y da por hecho que su madre anulará la fiesta por respeto al duelo. "¿Suspender la fiesta en el
jardín? Laura, guapita, no digas ridiculeces. Nadie espera que la suspendamos. No seas extravagante". Es la respuesta
que obtiene. Ante lo que Mansfield escribe: "Aquello sí que era grotesco". Esa estupefacción y este cuento definen
extraordinariamente a una de las autoras más transgresoras y modernas de la literatura anglosajona.