Esta novela se adentra con valentía y crudeza en una de las agónicas encrucijadas del ser humano: la homosexualidad. Las vivencias que van conformando los perfiles del personaje central vienen descritas como en oleadas de estados de ánimo ilógicos, inconsecuentes, cual agitada espiral que se distiende y se recoge una y otra vez, rebuscando en la razón de lo turbio y de lo ilícito. Ese personaje, que siempre está solo, nunca es nadie sin el contrapunto de lo otro. En todo momento hay Alguién más en el espejo, en un espejo que duplica fríamente la ilusión del entorno -religión, familia, amigos, paisajes...-, que hiela o mata la comunicación vital. Así, un hálito de desesperanza existencial recorre el hilo conductor que es el relato del psicoanalista, poblándolo de fantasmas y comunicando al lector, aún al más ajeno o reacio a la esencia íntima del problema, la tremenda angustia del personaje: "A veces pienso que me he pasado la vida caminando. Y me pregunto hacia dónde..."