Dos poetas de la Generación del 27 hicieron del toreo una constante en su obra: Gerardo Diego y Rafael Alberti. En ambos, los toros, como fondo y como forma, están fielmente asumidos en su poesía; como fondo, poética de la tragedia; y como forma, exaltación de la filigrana, del impresionismo, de la ornamentalidad. Otro importantísimo poeta, compañero y amigo de los anteriores, Federico García Lorca, asume el toreo como fuente de su poesía, pero más a título ocasional que sustantivo. Gerardo Diego, además de su poesía recogida en La suerte o la muerte hizo ensayismo taurino en diversos periódicos allá por los años cuarenta y cincuenta. Gerardo Diego no fue un crítico de los que van a la plaza a tomar notas para reseñar la corrida, pero sí que fue, no sólo un conocedor profundo de la técnica del toreo, sino un gozador de sus calidades cuando los lances o los muletazos se ejecutan con sentimiento y plasticidad.