Había en las antiguas casas un hueso de jamón, que colgado de un hilito en la cocina se usaba una y otra vez para dar sabor a los caldos; se llamaba, agradecidamente, "el sustancioso". Pues bien, las conferencias cumplen un destino parecido: colgando de otra cuerdecita en la memoria de nuestro autor, descienden de vez en cuando a la olla de la curiosidad que el respetable siente, no por su obra, of course, sino por su rostro si es famoso.