Los poetas cuando empiezan a escribir, llegan a una lengua y a una literatura que ya estaban hechas y que seguirán sin ellos, aunque seguramente no de la misma manera, cuando hayan muerto. En qué medida cambia cada poeta una y otra, a dónde está destinada a llegar su obra, es algo que le ha sido dado conocer a ninguno de ellos, mientras vive, pues en estas materias todo resulta demasiado mudable y extraño. Pero sí puede declarar de dónde viene, ese pequeño grupo de maestros, fieles y familiares, a los que, en cierto modo, destinada cada una de las líneas que escribe. No desmerecer demasiado de su ejemplo y proseguir una tarea perpetua e inacabada, es el objeto de juntar ahora este centón de hojas, en la que su autor buscó dejar constancia de sentimientos demasiado duraderos para momentos demasiado fugaces.
Andrés Trapiello