Vivir en lo alto de una columna o dentro del tronco de un árbol, vagar desnudo por las montañas en busca de hierbas o fingir locura por las calles de una ciudad constituyen formas de vida que hoy nos parecerían propias de verdaderos lunáticos. Sin embargo, en El prado y en la Vida de Simeón el Loco, joyas de la hagiografía bizantina de la primera mitad del siglo VII, éstos y otros muchos excesos son las señas de identidad de los santos más admirados del cristianismo oriental. La primera obra consta de numerosas anécdotas sobre la vida de los monjes del desierto, recogidas por el propio autor, el cilicio Juan Mosco, durante sus peregrinaciones por el Oriente cristiano. La segunda, escrita por el obispo Leoncio de Neápolis (Chipre), está protagonizada por el «santo loco» Simeón de Émesa (Siria), que salvó del pecado a los habitantes de esta ciudad bajo el disfraz de la locura. Ambas obras, traducidas aquí por primera vez del griego al castellano, son documentos de importancia excepcional sobre la sociedad, el monacato y la mentalidad religiosa del Oriente cristiano antes de la invasión árabe, a mediados del siglo VII.