En plena decadencia de la «novela gótica»,
cuando ya parecía que sus recursos estaban totalmente explotados,
apareció como un «canto de cisne» la obra cumbre del género,
Melmoth
el errabundo, escrita por un excéntrico clérigo irlandés:
Charles
Robert Maturin (1782-1824). Publicada en 1820, esta obra lleva a su
cima la representación de la concepción gótica de
la existencia, subrayando los aspectos más terribles y problemáticos
de la vida humana, sin concesiones. Su protagonista,
Melmoth, una
especie de Fausto y Mefistófeles, después de haber sellado
un pacto con el Diablo, logra que su vida se prolongue indefinidamente,
lo cual le convierte en un ser cuyo tormento no tiene fin, y sólo
podrá librarse de su condena cuando encuentre a alguien dispuesto
a asumir tal destino. Su errancia le conduce a los lugares más siniestros
creados por los hombres: cárceles, manicomios, los tribunales de
la Inquisición... Melmoth el errabundo se erige como
un monumento a una visión infernal del destino humano, en el que
sólo existe un acto eternamente repetido: el descenso y hundimiento
en el abismo.