Dotado de una fuerza casi diabólica para invocar suavemente el horror, Montague Rhodes James representa la figura del erudito victoriano que se divertía escribiendo ghost stories, lejos del mundo tormentoso y alucinado que caracterizó a tantos escritores de cuentos de terror. Con M. R. James el cuento de fantasmas llega de la forma más sencilla a su perfección. Como recuerda H. P. Lovecraft, «en el prefacio de una de sus colecciones formula tres sólidas reglas de la composición macabra. Un cuento de fantasmas ;según M. R. James; debe tener un marco familiar a la época moderna, para acercarse lo más posible a la esfera empírica del lector. Sus fenómenos espectrales, además, deben ser malévolos más que beneficiosos, ya que la emoción que hay que suscitar ante todo es el miedo. Por último, debe evitarse escrupulosamente la jerga de seudociencia del ;ocultismo; si no queremos ver ahogado el encanto de la verosimilitud casual en una pedantería nada convincente».