Con Alenjandría, tierra de azafrán, Jarrat pone su demostrada sabiduría literaria al servicio de la memoria: el retorno a su infancia y juventud en una urbe que tiene muy poco que ver con la que Durrel mitificó tras vaciarla cuidadosamente de su población árabe. Como en el celebre Cuarteto del novelista inglés, la época es la de la presencia militar británica y el reinado de Faruk; pero, a diferencia de aquél, vista no desde la perspectiva de unos héroes y heroínas cosmopolitas y, si va a decir verdad, estereotipados, sino de la mirada de un muchacho de familia modesta, miembro de la milenaria minoría copra, cuyos cinco sentidos han despertado al contacto con la ciudad.
Juan Goytisolo