Mientras trabajaba en su “Hiperión o el eremita de Grecia”, Hölderlin empezó a expresar su deseo de escribir, inmediatamente después de la novela, un drama en verso dedicado a una gran figura de las letras griegas clásicas, con la intención de plantear en él tópicos tan propiamente románticos como la distancia que separa el poeta, en tanto que ser singular, y la colectividad o el pueblo; el abismo que separa a los dioses de los hombres; o el retorno a la naturaleza como reconciliación definitiva entre el hombre y los dioses—o Dios—, según inclinemos la religiosidad de Hölderlin hacia su paganismo ilustrado o hacia su moralidad cristiana.