El recorrido histórico de la poesía francesa quizá sea el más espectacular de la literatura de Occidente: desde el Cantar de Roldán, que inaugura la poesía épica, y Guillermo de Aquitania, que inicia la poesía lírica, Francia impone caminos durante varios siglos y aprovecha otros, como el petrarquismo, de una manera muy peculiar. Si la Edad Media debe a la poesía francesa una creación como la de los troubadours, que influyó decisivamente en el Barroco y todavía fue aprovechada por algunos de los poetas más vanguardistas del siglo XX, y aunque el Grand Siècle abandonó la poesía para trasladarse a los escenarios, el retorno de la lírica a su campo específico explotó en el siglo XIX: no fue Francia la que abrió el Romanticismo, pero en su lengua quedó expresado de la manera más personal y revulsiva. Esa centuria ofrece nombre y modos de enfocar la poesía –desde Victor Hugo a Baudelaire, desde Musset y Lamartine a los parnasianos– que determinaron todo el siglo XX y perviven hasta hoy: fue un período de creación constante, de poetas malditos (Rimbaud, Lautréamont) que parecen empezar de cero, de destructores de la vieja poesía (Mallarmé), de movimientos a cual más arriesgado en busca de la esencia de la poesía (parnasianos, simbolistas); todos ellos cedieron el testigo a unas vanguardias que tuvieron en el surrealismo, francés por excelencia, la última revolución poética de Occidente. Esta Antología esencial de la poesía francesa recorre ese camino de diez siglos, desde el primer «vagido» en la lengua románica de Francia hasta los surrealistas.