En estos relatos directos, escritos en un estilo realista, premeditadamente despojado de todo ornamento, la narradora perfila un retrato de su tiempo por medio de diversas protagonistas, todas ellas mujeres sensibles y dotadas de un talante irónico que brota de su inteligencia y de su sabiduría práctica. A lo largo de las páginas se traza un recorrido por escenas sueltas de la vida de estos personajes femeninos que van construyendo un cuadro y una visión agridulce de lo que fue la URSS y empieza a ser la nueva Rusia.
Rotos los moldes, los arquetipos y las ideas heredados del pasado soviético, surge una mirada entre burlona y sobria sobre el mundo; sobre el pasado, los hombres, los hijos, los colegas, los amores, los extranjeros, sobre la vida que pasa.
Estamos pues ante el fruto de una observación entre interrogante y sorprendida, ante una mirada siempre inteligente que no por extraña pierde su sentido del humor, ante un mundo lejano narrado por una mujer que se propone algo tan sencillo como es compartir sus sueños, sus desengaños e ilusiones y, por raro que parezca, sus grandes ganas de vivir.