Desde su publicación en 1915 no ha habido una generación de lectores que no se haya visto cautivada por esta enigmática obra literaria.
El Golem, de Gustav Meyrink, tiene su origen en un conjunto de leyendas de la Cábala judía sobre la creación artificial de vida mediante el poder evocador de las letras. El ser artificial de la novela de Meyrink vuelve a la vida cada 33 años y vive en una habitación sin acceso situada en algún lugar del laberíntico ghetto de Praga. El Golem se erige como una figura de doble significado: por una parte representa el lado oscuro del protagonista, Athanasius Pernath; por otra, la conciencia colectiva del barrio judío, que anuncia la guerra y la destrucción. La novela aparece envuelta en una atmósfera onírica y angustiosa, donde se mezclan lo visible y lo invisible, el sueño y la realidad, a través de la cual Pernath se esfuerza por superar las esferas materiales para alcanzar el reino espiritual.
El resultado es una obra fascinante –de una confusión caótica, en la que confluyen el ocultismo y la Cábala con fantasías de salvación mesiánica– cuyo final sólo puede sorprender la imaginación del lector.