Fue Jonathan Swift quien creó «el emblema más completo e inagotable» de lo que se ha llamado la Querella de los Antiguos y los Modernos. Los primeros—hace decir a Esopo en su Batalla de los libros—son como las abejas, que extraen de la naturaleza la miel que fabrican; los segundos, como las arañas, tejen sus telas con los propios excrementos. La modernidad sería, así, atrofia de la memoria, negación de cada herencia, funesta y narcisista esterilidad. «Unos pretenden adscribir la Europa moderna al genio antiguo. Otros pretenden emanciparse. Sería un error creer que esta batalla sin resolver fue un epifenómeno sin importancia. Obligó a los Antiguos y a los Modernos a llegar hasta el fondo de sus posiciones, a inventar argumentos nuevos y desconcertantes, y a crear obras adecuadas para intimidar al adversario; en resumen, fue el principio íntimo de la vitalidad inventiva de la República europea de las Letras, un principio motor que resulta imposible reducir, como la República de las Letras misma, a ninguna explicación económica y sociológica». Con transparencia, inteligencia y erudición, Marc Fumaroli nos dibuja una imagen viva y articulada de un debate que trasciende sus estrictos límites cronológicos.