Un aire de familia entreveo en la circunstancia de aquel infeliz y la que ha signado a la mayor parte de los protagonistas de esta breve relación que he compuesto con confidencias escuchadas en funerarias, colas, paradas de ómnibus, terminales aéreas, en las aceras oyendo a las comadres mientras barren y en otros sitios donde el cubano de estos años que no ha emigrado, por matar el tiempo o quién sabe si por comprobar si vive, se pone a intercambiar sus penas, más alguna nostalgia (no lo niego) de las mías. Por eso, puesto a pensar en un prólogo que nos resumiera, me pareció que ni pintada la anécdota de aquel hombre desesperado de frente al malecón que intentó aguantar al mar apuntalando la puerta con el hombro.