En la sala pontificial que Poggio Bracciolini llama Bugiale (fábrica de mentiras), los miembros de la curia pasan sus ratos libres charlando desenfadadamente. Entre 1438 y 1452, el propio Poggio decide recoger muchas de las historias que se contaban allí. Algunas han ido pasando de boca en boca y forman parte del patrimonio cultural popular. otras provienen de un ambiente culto y son de la propia cosecha del autor. Todas tienen como finalidad la risa, y algunas, como efecto secundario, la enseñanza moral. Este conjunto de facetiae muestra la diversidad de caracteres humanos y de las opciones de cada uno, además de resaltar la importancia que en la vida de todos tiene la consecución del placer. En esta gran sátira contra hombres y mujeres hay un conocimiento, reconocimiento y aceptación de la propia humanidad, con sus virtudes más elevadas y sus miserias y bajas pasiones, incluso las más viles, las de la carne. Se satirizan los comportamientos más humanos, aunque no hay una condena estricta de los mismos, sino que, simplemente, se los contempla y refleja con sentido del humor. A pesar de que, en 1545, la obra pasó al Index Expurgatorius de la Iglesia católica por «delitos de obscenidad, impertinencia e insolencia», el autor no perdió nunca el respeto de los padres de la Iglesia y su genio satírico fue reconocido como un producto de la decadencia de la Roma del siglo XV.