Desde su observatorio sobre el tejado del Colegio Romano, noche tras noche el padre Athanasius Kircher escruta el cielo. A quien la sabe leer, la bóveda celeste le revela secretos y variaciones que escapan al ojo profano. Y cuando ve delinearse, después de cuarenta años, una rara configuración astral, el jesuita no tiene dudas: funestos acontecimientos están a punto de abatirse sobre Roma, en ese año que ya lleva en sí la señal del mal, 1666. La era del Escorpión ha vuelto.
Poco después una serie de bárbaros homicidios conmociona la ciudad. Las víctimas son jesuitas, decapitados y dejados obscenamente con las piernas desnudas. Detrás de los delitos parece ocultarse la mano de un despiadado y temible sicario, el Escorpión. Nadie lo ha visto nunca, nadie sabe quién es. Nadie salvo Giovanni Battista Sacchi, llamado Fulminacci, irascible y pobre pintor, que sin saberlo lo ha retratado en el lugar del primer homicidio.
Desde este momento, su vida está en peligro y, para salvarse, deberá lanzarse a una caza sin cuartel del asesino y descubrir el móvil de los homicidios. Ayudado por la fascinante Beatrice, cartomántica y adivina, el padre Kircher, que años antes había asistido a los crímenes del Escorpión, y el obispo De Simara, Fulminacci deberá afrontar celadas y procesos inquisitoriales, duelos y persecuciones por las calles y los palacios de una Roma barroca e inquietante.