«Como otros exiliados a lo largo de la historia, Said ha sabido sacar fuerza de la desdicha propia y la de su pueblo con miras a convertirla en la baza de un reto: el de transformar, conforme a la célebre frase de André Malraux, «el destino en conciencia» y el de servirse de esta para componer una obra cuya exigencia íntima y móvil desinteresado la sitúen por encima de los azares y circunstancias de todo compromiso político concreto. Said nunca ha sacrificado el juicio individual al prejuicio colectivo, y este rasgo de carácter, infrecuente en todas las sociedades, hace de él una rara avis dentro del palomar donde zurean las palomas amaestradas al servicio del poder de turno, ya sea político, empresarial o mediático. Una crítica lúcida como la de Said, dirigida a la vez a los mecanismos de dominación de Occidente y a las raíces del subdesarrollo cultural, democrático y social de los países árabes, resulta más necesaria que nunca. Todos nos hallamos hoy enfrentados al horror sin paliativos de un terrorismo fanático y ciego, y a otros horrores, como los que son el pan diario de los palestinos, interesadamente encubiertos por la hipocresía de muchos gobiernos.»
Juan Goytisolo