Después de más de veinte años en China, Arthur Clennam vuelve a Londres convencido de haber desperdiciado su juventud y de que ya ha pasado para él el momento del amor. Su madre, una anciana inválida y siniestra, le recibe gélidamente en la habitación de la que lleva doce años sin salir, y en la que, al fondo, en la penumbra, cose una desventurada muchacha. Arthur cobra enseguida interés por ella, sospechando que puede guardar la clave de un vergonzoso secreto familiar que su madre tenazmente le oculta, y descubre que se trata de Amy Dorrit, nacida en la cárcel de deudores de Marshalsea, donde su padre, uno de los más antiguos presos, es toda una institución.
La pequeña Dorrit (1855-1857), que presentamos en una nueva traducción de Carmen Francí e Ismael Attrache, es sin duda uno de los mejores Dickens, compendio monumental de su destreza narrativa, de su ingenio cómico y de su talento inigualable para crear ambientes y personajes.