El otoño boreal pauta los ritmos de Estados Unidos: es la época de las elecciones, de la renovación del poder, del gran ritual democrático. Es la estación de las dos fechas que delimitan el marco temporal de Otoño americano: un mitin de Barack Obama en Washington Square durante la campaña en la que se disputaba con Hillary Clinton la candidatura demócrata en las elecciones de 2008, y la elección, diez años después, de Donald Trump como presidente.
El último otoño americano es el de la campaña desquiciada que llevó a un histriónico magnate neoyorquino a la Casa Blanca. Pero es también la metáfora de un temor, algunos dirán de una certeza, que impregna la vida americana: el de la decadencia. Los signos –la retirada de las guerras, el aumento de los desequilibrios económicos, el auge de China y la victoria de Trump– apuntan al final de la hegemonía de Estados Unidos. Pero los signos contrarios –la fortaleza militar y económica del país, una arquitectura institucional que resiste a los mejores y los peores presidentes y la irradiación global, aunque sus propios líderes la nieguen, de una imagen poderosa y perenne del sueño americano– también son numerosos.
Este libro es un viaje al interior de esos signos externos: a los lugares que conforman la amalgama geográfica y humana que es Estados Unidos y a las vidas de las personas que se agrupan y eligen a sus presidentes desde realidades tan dispares. Un viaje que nos lleva a pensar que, ante los augurios sobre el declive de la primera potencia mundial, no deberíamos dar nada por seguro.