Esta hermosa fábula sobre el arte y la cretividad reúne
uno de los poemas más bellos de Jacques Prévert, escrito en 1943,
y el talento de Mordicai Gerstein, que lo envuelve de colorido. Destaca por la originalidad con la que muestra la transición
del mundo en tres dimensiones al plano bidimensional.
También refleja la medida del tiempo, el valor de la paciencia
y la delicadeza con la que capta la naturaleza. En el fondo, se trata de una reflexión filosófica sobre lo efímero: capturamos momentos
e impresiones de cuanto observamos y ansiamos, pero apenas podemos retenerlo durante un tiempo. Debemos desprendernos, pues, de ese afán por apresar lo que no nos pertenece,
para que nuestra mirada esté abierta a nuevas sensaciones.