Salve, oh, Atón, tú que apareces resplandeciente en el cielo. Yo, Mutnodjemet, esclava, sacerdotisa, prostituta y reina, he practicado tu fe en secreto y nunca he dejado de adorarte. Hoy me postro ante ti para pedir que, en tu reino, me concedas reunirme con mi hermana. La que debe ser olvidada. La traidora, la hereje, la usurpadora. La que siempre me protegió y a la que yo no supe salvar de la muerte.
Nefertiti.
Mi hermana representaba todo lo que yo quería ser. De niña a menudo rezaba a los dioses suplicándoles que me moldearan a su imagen y semejanza y me bendijeran con su extraordinaria hermosura. Lo que nunca deseé fue compartir aquella extraña profecía que nos marcó para siempre: ambas llegaríamos a ser reinas.
Esta es nuestra historia.