Las "Fábulas" de La Fontaine son uno de los grandes monumentos literarios de la cultura europea y uno de los libros esenciales en la historia de la literatura francesa. Mucho más allá de los planteamientos morales y didácticos de la tradición grecolatina de Esopo y Fedro, el fabulista francés revitalizó el género en temas, contenidos, formas y proyección ideológica y estética. La Fontaine se sitúa así en el siglo de Descartes y Gassendi y anticipa el de Voltaire y Diderot, manteniendo, gracias a su espléndida calidad estética, ese carácter de modernidad que hace que podamos verlo como un antecedente de preocupaciones científicas, morales y sociales todavía vigentes en los debates del siglo XXI.
Si las fábulas esópicas proponían una especie de acervo de ancestral filosofía popular, equivalente, en su moraleja, al repertorio de refranes, las fábulas de La Fontaine, muchas de ellas sin moraleja ni corolario, se acercan al escueto principio de los aforismos de Lichtenberg o de Nietzsche. Son propuestas de filosofía, es decir, de reflexión sobre los hechos de la vida y del pensamiento con el que interpretamos la vida. Son un instrumento de crítica de la razón práctica y una fundamentación de la metafísica de las costumbres animales, incluyendo al ser humano como tal.