La vida se abre paso en un cruce de caminos entre el fuego y la tormenta. Una novela reveladora sobre dos generaciones de mujeres que rompen con los convencionalismos del amor.
«Quisiera que fuese solo un juego, sin dolor, sin fuego —el que juega con fuego se quema—, pero en un ejercicio de franqueza consigo misma se reconoce cansada de pelear, quiere quemarse y citar a Cortázar: "Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos"».
Esta historia no es lluvia, es un diluvio. Y Vera salta al vacío cuando una noche, saliendo del tablao Villa Rosa en la plaza de Santa Ana, su mirada verde choca estrepitosamente con los ojos ámbar del Pantera: racial, atractivo, la nueva promesa del flamenco. A partir de entonces Vera y el Pantera aceptan la incertidumbre en su carné de baile, en su amor prohibido de paya y gitano, en la farándula, en la fiesta y los excesos.
La misma incertidumbre con la que años atrás jugaba María, la madre de Vera, a quien visitan su pasado y los veranos en el campo de Gibraltar, una joven en plena movida de la década de 1980, otro amor secreto con el Chico, un muchacho del descorche que funda el mismísimo clan de los shinga que hoy gobierna en el narcotráfico del Estrecho.
La primera novela de María de la Luz del Prado va buscando el duende entre los rincones de la vida. En la música, en las costumbres, en la luz, en el flamenco, en el amor y el desamor. En el miedo o la jindama, como dicen los gitanos. Lo busca en el Madrid de las Letras, en el barrio de Santa Cruz, en Extremadura, en el estrecho de Gibraltar. En una aventura trepidante salpicada de los tintes costumbristas del pueblo gitano. Intenso y adictivo a partes iguales. En sus letras, su arte, sus tradiciones y en el oro, que tiene buena sombra.