Entre octubre de 1941 y mayo de 1942, en el periodo que va desde el final de su estancia en Marsella hasta su partida para Nueva York desde Casablanca, Simone Weil se consagró a desvelar «el centro mismo de todo el pensamiento griego», rastreando en algunos de sus textos más bellos los precedentes de lo que a sus ojos constituía la inspiración cristiana. A lo largo de esta lectura, y en las palabras de las figuras trágicas de Prometeo y Antígona, de la mano del Platón del «Timeo», del «Banquete» y de la «República», o a raíz de diversos fragmentos de la doctrina pitagórica («el gran misterio de la civilización griega») así como de algunos pasajes bíblicos, Simone Weil va desgranando sus reflexiones acerca del Amor divino, del consentimiento del alma a Dios en la desgracia, de la fuerza, la necesidad y la belleza del mundo, de la armonía y la amistad.
Estos apuntes fueron legados por Simone Weil a su amigo el padre Perrin, quien los publicó en 1951 con el presente título de «Intuiciones precristianas». El libro responde al deseo de la autora de reunir «los más hermosos escritos no cristianos sobre el amor de Dios», según expresión de su biógrafa Simone Pétrement.