La preocupación y hasta la obsesión religiosa por el pecado han impedido tomar conciencia del problema más inmediato y urgente del sufrimiento humano. Y lo que es peor: la lucha misma contra el pecado ha causado a veces (y sigue causando) enormes sufrimientos a muchas personas. Pero lo importante es saber si el fundador del cristianismo, Jesús de Nazaret, concedió también ese mismo lugar al asunto del pecado. Por lo que cuentan los evangelios, parece claro que lo que verdaderamente preocupó a Jesús fue el sufrimiento de la gente y la felicidad de los que peor lo pasan en la vida. Pero, entonces, ¿cómo habrá que entender los grandes temas teológicos de la cruz, de la redención y de la salvación? ¿A qué vino Jesús al mundo, a salvarnos del pecado o a remediar nuestro sufrimiento? Y, en fin, ¿cómo habría que reinterpretar la moral de la Iglesia?