Hay un lugar natural de encuentro para musulmanes y cristianos. Y ese lugar es la palabra de Jesús. Pero hay que acondicionar el lugar. Los musulmanes tendrán que hacer un esfuerzo por aceptar la veracidad de las palabras de Jesús que no aparecen en el Corán sino en los Evangelios; y los cristianos deberán hacer un esfuerzo por familiarizarse con la lengua de Jesús, el arameo. El cristianismo deberá aprender a expresarse sin recurrir a los conceptos aprendidos de Grecia.
Las meras palabras en la cosmovisión semita son capaces de decir mucho acerca de sí mismas. Puede ser el momento de escuchar a Jesús decir en su propio idioma Dios, misericordia, mundo, salvación, bendición, corazón, amor, etcétera, y comprobar cómo estas palabras nos evocan en arameo sensaciones completamente diferentes a las que despiertan en nuestra lengua. Se trata de escuchar las palabras de Jesús en arameo y paladearlas de sus labios.