“Vagabundeaba por el Hollywood de Arturo Bandini, de hace mil años, con las chicas mexicanas que no hacen más que romper corazones, el hambre, la piel de innumerables naranjas amontonándose en la papelera de un cuartucho de una pensión en Bunker Hill, los japoneses chillones que todo lo desprecian. Perdía el tiempo de una manera gloriosa, preguntándome por qué algo que no me habría importado nada hacía unos días, y digo nada porque es absolutamente nada, ahora me carcomía la sesera inevitablemente.”
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